por Italo Daffra, periodista y emprendedor, coconduce el programa Casos de Negocios y es responsable de la estrategia digital de Playfutbol. Es uno de los autores del libro Periodismo Disruptivo. Foto: Facundo Pechervsky
No tengo certeza si mi elección del oficio estuvo influenciada por los hábitos bohemios de los periodistas, pero sin dudas hubo mucho de ello. Sin embargo, si repaso mis costumbres cuando empezaba a llevar mis primeras colaboraciones -impresas, en diskette a los sumo- a las redacciones porteñas, poco tienen que ver con mi presente. Solía trabajar de noche, hasta cuando la madrugada se confundía con la mañana, al punto de anularla. Hoy, no sólo es atípico si trabajo de noche: directamente se desterraron las trasnochadas en la semana. Y eso generó un notable descubrimiento: las mañanas. Este cambio no solo viene de la mano de la edad, sino también de las tareas profesionales que realizo. En la actualidad me encuentro gerenciando mis propios proyectos, encargado de buscar clientes nuevos y relacionarme con los que tengo, y en las empresas tienen esa costumbre de empezar a eso de las 9 de la mañana.
El nuevo desafío, el de nuestro tiempo, es mantener los valores de la profesión mientras reinventamos los medios.
La referencia al cambio de horario que me ocurrió no es solo una experiencia personal: pone de manifiesto la necesidad de resetear el vínculo que tenemos con la profesión, de resignificarla y volver a enamorarnos de ella. Ya no se trata de pensar sólo en contar historias, sino también de descubrir la forma. No es sólo entregar la nota, es buscar que sea leída. Y, en mi caso y el de varios colegas más, no es solo dejar una factura y esperar que llegue el pago: es buscar cuántos más pueden pagar por lo que hacemos, y qué más podemos venderles.
Este cambio de roles, o mejor dicho incorporación de facetas distintas, ha sido tabú entre periodistas. Y tiene lógica, porque mantener la independencia periodística es parte de los principios de la profesión. Pero además, me permito introducir una visión adicional: es central para sostener el negocio. Porque no se trata de una postura romántica: el respeto del lector es central para que el medio gane en prestigio. Y ese posicionamiento ayuda a ganar clientes. Claro que hay otros caminos para facturar. Pero los periodistas que elegimos la senda de buscar un medio respetado, debemos cuidar lo más valioso que tenemos: nuestra reputación.
Desde que la publicación y distribución de contenidos es digital, todos los periodistas podemos ser el medio. Y las redacciones cada vez más reducidas son un impulso hacia ello. Si está bien o está mal es un debate que puede darse, pero yo prefiero centrarme en otro aspecto, en la construcción de lo nuevo. Porque el nuevo desafío, el de nuestro tiempo, es ese: mantener los valores de la profesión mientras reinventamos los medios.