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MENSAJE DE FIN DE AÑO DE FOPEA A SUS SOCIAS, SOCIOS Y COLEGAS PERIODISTAS

MENSAJE DE FIN DE AÑO DE FOPEA A SUS SOCIAS, SOCIOS Y COLEGAS PERIODISTAS

 

Cada día de este año, periodistas de pequeñas, medianas y grandes ciudades del país intentamos sostener el equilibrio y evitar el agravio que anida en las grietas de la sociedad, sin caer en un periodismo de tribuna o en la demagogia. Vimos cómo en ocasiones los ciudadanos nos consideraron una institución de última instancia para defender sus derechos y buscaron en un o una periodista a alguien que los mirara, los escuchara, los atendiera, los ayudara a restaurar su dignidad perdida.

En estos 365 días los periodistas no solo informamos, además fuimos el canal para conseguir las soluciones a muchas demandas de la sociedad que de otra forma hubieran quedado desatendidas.

A través de nuestro trabajo diario denunciamos al poder por lo que no se hizo o se hizo mal, analizamos el uso de los fondos públicos que nadie controlaba y señalamos las decisiones políticas que afectaban a los ciudadanos.

Les dimos voz a los que exigían justicia ante un crimen impune; revelamos historias de vida ejemplares de hombres y mujeres que nos reconciliaron con la grandeza del ser humano; logramos vincular a las personas para que la solidaridad de la gente llegara donde más se necesitaba y le dimos visibilidad a la diversidad para que los derechos sean efectivamente para todas y todos. Gracias a una nota que contaba la angustia de una pareja que llevaba quince años esperando para adoptar un hijo, llegó el llamado con el que soñaban y difundimos las imágenes de niños perdidos a quienes sólo buscaban sus padres.

Es verdad que a veces aparecen quienes hacen mal periodismo. No nos identificamos con el periodista que no deja hablar al entrevistado, que busca solo la información que coincide con su visión, que se comporta como un barrabrava, que opina sin saber, que no chequea, que parece un político con micrófono, que hace acuerdos indebidos con sus fuentes o que ve siempre todo negativo.

Nos indignamos con eso porque es un fraude al pueblo que atenta contra nuestra credibilidad, que es el capital más valioso que tenemos los periodistas, y que lleva a que muchas personas piensen que la prensa no hace un aporte positivo a la sociedad y puede ser un obstáculo para el desarrollo de la comunidad.

Sin embargo, para la mayoría de nosotros la verdad es el objetivo principal de nuestra tarea, aunque sea difícil de alcanzar. A veces nos equivocamos, pero cada día de este año que termina intentamos acercarnos a la verdad lo más posible, opinamos solamente cuando tuvimos fundamentos, nos corregimos cuando nos equivocamos y preguntamos con la intención de saber y de informar, y no de demoler la reputación del entrevistado. Para nosotros, el periodismo es un fuego personal con el que afrontamos las nuevas transformaciones y los desafíos de un país que nos duele y nos apasiona a la vez.

Reivindicamos nuestro oficio de periodistas, aunque hoy esté lleno de ingratitudes: la mayoría no ganamos bien, sufrimos la inestabilidad laboral y hay  una gran cantidad de colegas que perdieron sus fuentes de trabajo y luchan para volver al ruedo. Por encima de esas incertidumbres hay una certeza que justifica que amemos nuestra tarea pese a todo: estamos convencidos de que si no existieran los periodistas, la sociedad sería peor, los fuertes abusarían de su poder, los débiles serían más débiles y sus historias permanecerían invisibles. Esta profesión nos permite ayudar, confortar, alertar, proteger, cuestionar y, en todo, servir a la comunidad.

Por todo esto, sentimos orgullo de ser periodistas. La verdad, la justicia y la esperanza son los valores que organizan nuestro oficio y en 2020, de eso no tenemos dudas, vamos a seguir ejerciéndolo de la única manera que creemos posible: con orgullo y pasión. Como siempre.

 

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