Desde la muerte del fiscal Alberto Nisman, el país entró en una crisis política que exige de todos los protagonistas la mayor prudencia y mesura. Las autoridades políticas, en primer lugar, como responsables institucionales, deberían ser quienes extremen el cuidado para evitar males mayores. Por desgracia, esto no ha ocurrido en las últimas horas, cuando los principales voceros oficiales acusaron a periodistas y a medios de comunicación de golpistas o mafiosos. Incluso el jefe de gabinete llegó al exabrupto de romper un diario.
En este sentido, el buen periodismo puede documentar lo que informa, como lo hacen nuestros colegas y socios Nicolás Wiñazki y Daniel Santoro, con quienes nos solidarizamos. En estos momentos, se requiere más que nunca volver a las fuentes de la calidad y la ética periodísticas, las que no pueden estar mutiladas por intereses políticos. En especial, hacemos un llamado a todos los periodistas, más allá de su posición frente a los gobiernos de turno, a que ratifiquen su compromiso con el rigor en el tratamiento de la información y de la opinión. No hay ninguna duda de que los periodistas más profesionales son también los más democráticos.