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La democracia necesita de respeto irrestricto a la constitución y un periodismo responsable

La democracia necesita de respeto irrestricto a la constitución y un periodismo responsable

En diciembre de 1983, concluía en la Argentina la más sangrienta dictadura en la historia de nuestro país.

Asesinatos y desaparición de personas -entre ellas más de 223 periodistas y trabajadores de prensa- la supresión de las libertades civiles y políticas, censura, cierre y clausura de medios de comunicación, innumerables crímenes políticos y económicos y finalmente una guerra en 1982 que trajo más muertes y quebrantos fueron el saldo que encontró el primer gobierno democrático en 1983. 

A 40 años del fin de la última dictadura, celebramos la continuidad democrática que, a pesar de sus altibajos y déficits, constituye la única garantía de respeto a los derechos humanos, civiles y políticos de la ciudadanía establecidos por la Constitución.

En estos 40 años el periodismo y la libertad de expresión han pasado por tiempos mejores y peores, al compás de las recurrentes crisis económicas y políticas y según la vocación más o menos respetuosa de la Constitución y las leyes por parte de cada uno de los gobernantes. 

Los desafíos han cambiado, pero los valores para enfrentarlos son los mismos: independencia y compromiso en la búsqueda de la verdad. Hoy, el periodismo debe seguir siendo servicio y construcción de ciudadanía, y eso se logra solo cuando la democracia se ejerce plenamente.  La defensa de la independencia de los periodistas es la defensa de los principios de la Constitución y las garantías individuales y sociales contenidas en ella.

En FOPEA trabajamos para fortalecer la democracia a través de un periodismo responsable, para que sea un pilar fundamental en la construcción de una sociedad más justa y transparente. Creemos que la libertad de expresión es una base esencial de la democracia y trabajamos incansablemente para defenderla. 

Una prensa libre es crucial para la rendición de cuentas, la justicia y el progreso de nuestra nación.

Este año la Unesco adoptó el lema “Forjando un futuro de derechos. La libertad de expresión como motor de los demás derechos humanos” para celebrar el 30° aniversario del Día Mundial de la Libertad de Prensa. Un estudio de esa organización internacional mostró que “los países con niveles más altos de libertad de expresión son también los que pueden exhibir un nivel significativamente más alto de respeto a los derechos civiles, políticos, económicos y sociales”. 

Los periodistas informan a los ciudadanos sobre sus derechos, canalizan sus reclamos y denuncias, alertan sobre las violaciones a la ley y la corrupción. Sin ellos, muchos delitos y crímenes nunca llegarían a la Justicia, o directamente pasarían inadvertidos.

Nos preocupa comprobar que no se mitiga la polarización política e ideológica que padecemos desde hace dos décadas. Gobiernos populistas alentaron la división y fomentaron la grieta que también se instaló en los medios. Esto es un fenómeno mundial, lo que no quita responsabilidad a cada uno de quienes tuvieron en sus manos la decisión de acoplarse en un seguidismo acrítico u oponerse sin matices al gobierno de turno. La moderación dejó de ser una virtud para convertirse en pecado. Y el periodismo profesional trata precisamente de moderación.

Resulta intolerable la pasividad de autoridades de todos los niveles para permitir la instalación del narcotráfico y el crimen organizado. Constituyen una amenaza para toda la ciudadanía, por cierto, pero se ensañan especialmente con los periodistas que valientemente intentan sacar a la luz los que quienes deberían combatirlos no ven.

 

En los últimos años la Justicia fue usada como arma del poder para castigar a los periodistas, perseguirlos y acusarlos infundadamente. En las redes sociales se los hostiga a veces desde el anonimato y a veces desde cuentas poderosas, contra las que un trabajador no tiene forma de defenderse. La desinformación que se maneja en ellas solo puede ser revertida con el chequeo constante y un arduo trabajo periodístico.

La crisis económica permanente repercute en los medios y se traduce en precariedad laboral. 

También los desafíos tecnológicos y la falta de capacitación son amenazas que enfrenta en esta hora el periodismo en la Argentina. En este ámbito FOPEA realiza un esfuerzo específico. Sobre todo, trabajamos para salvaguardar y promover un ambiente en el que los medios de comunicación y los periodistas tengan la autonomía y la protección necesarias para informar con integridad y sin censuras.

Tomamos como nuestras las palabras de José Ignacio López, el primer vocero presidencial de la democracia recuperada: “Estamos convencidos de que solo en democracia podemos resolver los problemas”. 

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