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“Somos parte de la historia”

Como cierre del ciclo Periodismo Ideologizado – Periodismo Profesionalizado, FOPEA reunió a dos referentes del periodismo argentino. Durante dos horas Magdalena Ruiz Guiñazú y Horacio Verbitsky repasaron hasta los rincones del panorama periodístico actual. La ideología, la rigurosidad investigativa, el compromiso con una causa, la objetividad y la relación con el poder. Escenas de la vida profesional.

Pablo Mendelevich, miembro de la Comisión Directiva de Fopea y moderador del debate, presentó el encuentro aclarando que la discusión ya había comenzado con la propia definición del título. Pero que tanto impulsores como detractores coincidían en que la proposición serviría como disparador, como acicate de un debate ineludible frente a los reclamos de autocrítica que hoy llueven sobre la profesión. Se trató del cierre del ciclo bajo esta propuesta, pero no del final de la controversia. Se realizó el último 9 de agosto en el Espacio Fundación Telefónica.

Los ejes planteados para el debate fueron dos:

El primero: ¿Qué hacer en la práctica profesional cotidiana con las posturas políticas e ideológicas propias?

A priori, podrían plantearse tres opciones: explicitar esa postura, decírsela al público; intentar neutralizar su manifestación en el trabajo cotidiano (una actitud más aséptica); o, por último, aceptar su presencia como algo implícito de la profesión periodística y dejar al público la posibilidad de que la perciba y analice, si le interesa.

El segundo eje: La relación con el poder: ¿Cómo nos paramos los periodistas frente al poder político actual? ¿Qué implican los trabajos de asesoramiento (oficial o extraoficial), los cargos públicos, las candidaturas?

Magdalena Ruiz Guiñazú comenzó describiendo el espíritu que ha atravesado sus más de 50 años de trabajo como periodista. “Es la mejor profesión del mundo. La posibilidad de estar en el ring side de la vida es un privilegio, algo apasionante”, comenzó. Y con el mismo entusiasmo defendió la profesión ante algunas calificaciones que consideró pobres. “Algunos nos llaman comunicadores. Creo que comunicar lo que otros han investigado es un papel muy restringido para lo que es una vocación”, explicó.

Demasiado poco para quien sostiene su trabajo sobre la base de la credibilidad. “El deber de informar con lealtad crea un lazo importantísimo entre el periodista y la sociedad”, aseguró. “Pero ser creíble es una opción. Porque uno no puede ser distinto en la vida cotidiana y personal de lo que es en la vida profesional y pública. Como cuando fui convocada a formar parte de la Conadep, y descubrí que la defensa de los derechos humanos era parte de mi vida. Y enfrentamos opciones hoy, por ejemplo, con el caso de los disidentes en Cuba, con colegas que sufren penas de prisión muy altas por disentir. Yo he firmado contra el embargo injusto contra Cuba. Pero también creo injusto que por disentir haya que enfrentar cárcel y persecución. Esto hace más que a una posición política, hace a una posición ética, personal, así nos cueste más que un disgusto”, enfatizó.

Ruiz Guiñazú recordó que durante la última dictadura militar en la Argentina pensaba que con el regreso del estado de derecho la democracia podría reencarrilar las cosas y devolver a la ciudadanía el pleno ejercicio de sus derechos. Pero, lamentó, “la justicia sigue atravesando claroscuros, ocurren casos como el asesinato de José Luis Cabezas, hechos que nos muestran hasta qué punto nuestras instituciones son deficitarias. ¿Cómo nos manifestarnos contra todo eso?”.

Horacio Verbitsky resaltó la importancia de la discusión sobre los temas éticos, “sobre todo en un momento en el que no existen tipos de hostigamiento judicial como los que hubo en años anteriores”. Pero antes de entrar de lleno a su exposición, dedicó un par de minutos a desmenuzar sin contemplaciones el título de la charla-debate. Entendió que planteaba una falsa contradicción puesto que mantener una postura ideológica y una férrea disciplina profesional no encarna una antinomia, y consideró que el planteo en todo caso resulta un “disparador de equívocos” y que su proposición podría llegar a calificarse como “una falta de ética”.

Enfocado luego en el tema de debate, Verbitsky recuperó los puntos centrales de su exposición durante una reunión en 2004 de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, en Monterrey. Si bien aclaró que allí actuó como moderador, en ese espacio planteó la contradicción de dos modelos de periodismo: el “militante”, ejemplificando con los casos de Sarmiento o Mitre, y el de la “presunta objetividad y equilibrio”, expresado por el modelo norteamericano. Allí señaló que este último está en crisis precisamente donde nació, en Estados Unidos, como lo muestran dos elementos: las dos principales figuras del periodismo estadounidense son Bill O’Reilly, un defensor extremo de la nueva derecha y de Bush, y Michael Moore, opuesto a esa la línea; y por otro lado, es notoria la cantidad de escándalos por la invención de notas periodísticas en medios importantes. “Y a esto hay que sumarle un reciente fallo de la Corte Suprema de Estados Unidos que entendió que en épocas de guerra contra el terrorismo se puede violar el secreto profesional de los periodistas”, destacó.

Verbitsky señaló además que también en Argentina existe una polarización, que ejemplificó con el caso de José Claudio Escribano, de La Nación, y de él mismo, en diferentes lados de la vereda ideológica. ¿Qué hacer con esa dispersión? Según Verbitsky, los medios se encuentran ante la disyuntiva de dar espacio a aquellos que piensan distinto a la propia línea editorial, o sólo publicar las voces acordes a su línea y dejar que el público acceda a otras ideas en una pluralidad de medios de comunicación. El columnista de Página/12 dijo apoyarse en la primera opción, sin desdibujar la línea editorial pero sin cerrarse a otras voces.

Para discutir sobre el modelo de la presunta objetividad, citó al periodista polaco Ryszard Kapucinsky, premio Príncipe de Asturias al Periodismo en 2003, que en una reciente entrevista a la revista Ñ sostuvo: “Creo que hay una falsa interpretación de la tradición anglosajona de la objetividad, porque esa noción fue creada de otra raíz que decía que el llamado cuarto poder tenía que ser objetivo frente a actividades de otros poderes –judiciales, ejecutivos-, pero nunca se pensaba en la objetividad frente a la injusticia, frente a los males que rodean nuestra humanidad y hacen nuestra vida dura. No se puede ser objetivo frente a la tortura y la dictadura. Eso es inhumano y la palabra objetividad no se aplica a esas situaciones”.

A colación de este pensamiento, Verbitsky recordó que durante la dictadura militar La Nación y Clarín se asociaron con el Estado en la sociedad Papel Prensa, “cuyas acciones compraron mientras sus propietarios estaban siendo torturados por la dictadura militar y fueron obligados a venderles a Clarín y a La Nación las acciones que hasta el día de hoy retienen como socios del Estado. De modo que, me parece, aparte de hablar de los periodistas, tenemos que ensanchar el análisis para incluir a los medios y a los gobiernos. Sólo así vamos a poder llegar a alguna conclusión clara sobre las relaciones entre el periodismo y el poder”, concluyó.

¿A partir del esquema dicotómico Verbitsky-Escribano, dónde ubican a Clarín?, planteó el moderador. “Mi relato de la asociación Clarín-La Nación en Papel Prensa es la respuesta a esa pregunta -cortó en seco-. Creo que tienen un cadáver en el armario, que apesta”, remató Verbitsky.

Ruiz Guiñazú-Verbitsky / Verbitsky-Ruiz Guiñazú

Retomando el debate sobre los modelos de periodismo, Ruiz Guiñazú puso sobre la mesa un ejemplo concreto del modelo norteamericano. En julio pasado FOPEA convocó a James L. Rowe, editor de la edición dominical de The Washington Post para hablar sobre los lineamientos éticos de ese diario, referente del periodismo estadounidense. Ruiz Guiñazú, presente en la conferencia, le consultó si firmaría por ejemplo una solicitada reclamando el esclarecimiento del atentado a la AMIA, y el editor respondió que no, pues el código de ética del diario reprueba la participación de un periodista en manifestaciones públicas. “Ese tipo de periodismo no me interesa. El periodista y la persona no son cosas distintas, eso es una entelequia, eso no existe. Todos somos parte de nuestra historia, y si eso significa una escisión, una discusión, el mundo está lleno de eso. No existe un mundo unicolor”, sostuvo.

Verbitsky aportó otro ejemplo de la presunta objetividad. “Durante la guerra en Irak los periodistas de los principales medios norteamericanos viajaron al campo de batalla de manera ‘embedding’ entre las tropas aliadas y transmitieron lo que el gobierno de Bush les decía. Literalmente viajaron ‘encamados’ con las tropas”, ironizó. Destacó además que la CNN acaba de despedir a su principal director de noticias, no por algo que había dicho en el canal sino en Davos, Suiza, en un foro donde se debatían temas periodísticos: había señalado que tropas aliadas habían disparado contra reporteros, y que no estaba claro si lo habían hecho adrede o no. Magdalena agregó a la lista negra el silencio general de los principales medios estadounidenses ante la forma en que Bush “pasó por encima del Consejo de Seguridad de la ONU, como Hitler en su momento lo hizo con la Sociedad de Naciones”.

Profundizando en casos de autoritarismo aplicado a la información, Ruiz Guiñazú reiteró la situación de los periodistas cubanos y pidió la opinión de Verbitsky. El columnista de Página/12 expresó su repudio a las condenas a prisión, aunque aclaró que no conocía cada uno de los casos y que según el Gobierno cubano algunos condenados estaban involucrados en actividades políticas vinculadas a la Embajada de Estados Unidos. “Soy de los que conocemos las épocas de dictadura, por eso creo en las mujeres de los pañuelos blancos”, dijo Ruiz Guiñazú en referencia a las familiares de los presos en Cuba, que utilizan como símbolo las misma prendas que consagraron las Madres de Plaza de Mayo.

Retomando el ejemplo de la firma de una solicitada, y apoyándose en la controversia entorno al apoyo que distintas personalidades expresaron al Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Aníbal Ibarra, Mendelevich preguntó a los panelistas en qué casos firmarían un documento de ese tipo.

“Firmé la solicitada por la AMIA, pero no firmaría en apoyo de un inepto. La ineptitud en la función pública es un agravio a la comunidad”, sentenció Magdalena. Verbitsky, por su parte, dijo que no había firmado ninguna carta pues considera que los periodistas tienen un espacio en sus medios y pueden expresar allí su parecer y evitar “aparecer en una carta con compañía que no siempre es deseable”. Magdalena insistió: “una cosa no quita la otra. Podemos expresarnos en nuestro trabajo, y podemos firmar una carta pública de reclamo”.

Recuperando su turno, el columnista de Página/12 insistió sobre la relación entre ideología y profesión. “La fortaleza de lo que digo no está en las ideas en las que yo creo, sino en la solidez de los datos que doy sobre esos temas. Mi último libro ‘El Silencio’, tiene 300 páginas y 200 citas al pie, con entrevistas, con documentos desclasificados de Cancillería de Estados Unidos, de la Cancillería argentina. Pueden atacar mis ideas, pero lo que no pueden es negar los hechos”, enfatizó.

Para reforzar la idea, recordó que en los últimos años había publicado en Página/12 varias notas sobre la detención de un grupo de sacerdotes de una villa de Flores durante la última dictadura. Contó que publicó una nota con la versión de los sacerdotes que acusaban al arzobispo Jorge Bergoglio de no haber intercedido para protegerlos. Y que luego publicó la versión del prelado. Con el tiempo, relató Verbitsky, encontró pruebas que avalaban la primera acusación y así lo expresó en El Silencio. “Un sacerdote amigo de Bergoglio me preguntó por qué había hecho eso, que el obispo me tenía gran estima. Le respondí que yo también le tenía estima, pero que aparecieron los documentos”, relató. Ruiz Guiñazú cerró el tema con su recuerdo de los sacerdotes (Yorio y Jalics). Relató que luego de la detención y desaparecieron, el Vaticano envió al gobierno militar una carta preguntando por la situación de los religiosos y que esa comunicación favoreció la liberación de ambos. Sin embargo, cuando una vez libres viajaron a Roma, descubrieron que habían sido apartados de la orden jesuita a la que pertenecían.

Debate abierto

Acabó el tiempo para el intercambio entre los panelistas. Consultados por el público sobre elperiodismo “militante” los panelistas debieron responder qué pasa cuando, para no perjudicar a un gobierno en un determinado momento, se incurre en no publicar alguna información.

Para Verbitsky no hay motivos para dejar de lado información sobre un gobierno. Pero tampoco “hay motivos para no decir cuando uno simpatiza con determinadas cosas que hace un gobierno. Si se trata del gobierno con el que más simpatía he tenido en 30 años, no veo por qué no decirlo, sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de cosas críticas que he publicado sobre este gobierno”.

La siguiente pregunta cuestionó los ataques del presidente Kirchner contra el diario La Nación y contra Escribano en particular. Verbitsky consideró que eso es una cuestión del presidente y que, en todo caso, que un funcionario critique a un periodista por lo que dice no es un ataque a la libertad de expresión sino una contribución a sincerar el debate. El columnista recordó que cuando Kirchner atacó con dureza a la misión de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) que este año visitó Argentina, dedicó una nota en Página/12 para criticar la actitud del gobierno. En ese artículo recordó que en 1978 una misión de la SIP había visitado la Argentina y en el informe final constataron que “los principales editores argentinos, con Escribano a la cabeza, priorizaban la seguridad nacional por sobre la libertad de expresión; justificaban la censura porque se declaraban de acuerdo con la dictadura militar dentro de la cual distinguían entre duros y moderados y con la cual decían que querían cooperar; se negaban a informar sobre la desaparición de personas; y se beneficiaban de tal comportamiento al asociarse con el Estado para la producción de papel”. Consideró que llevar esta información a la arena pública es saludable. Y que el menoscabo a la libertad de expresión ocurre cuando “el gobierno le niega pauta publicitaria a la revista Noticias porque considera que realiza una cobertura a modo de extorsión. Si es así, debe denunciarla por extorsión, pero no quitarle la pauta”, explicó.

La conductora de Magdalena Tempranísimo, disintió. “Me molesta que el presidente le pegue a un periodista. Pues no sólo es de mal gusto, sino que se da una situación de asimetría: el presidente tiene detrás la Constitución Nacional”, destacó, y reiteró su rechazo a expresiones de Kirchner sobre “esquizofrenia” o “histeria” en el periodismo que lo critica. “Para quienes hemos pasado tantas cosas, que un mandatario se dedique a hablar de un periodista como si fuera más importante que los problemas de la Argentina… Me molesta, me parece soberbio y violento, en un país que ha sufrido tanta violencia. Y debo reconocer que por primera vez en mi vida voté a un justicialista, y voté a Kirchner, porque consideré que era un deber de Estado elegir al hombre que me parecía más valorado para tener en ese momento al menos un gobierno aceptable”, confió.

“¿Hasta dónde llega la ideología a la hora de publicar? ¿Usted publicaría por ejemplo una carta de un militar que estuvo detenido en la Cárcel del Pueblo?”, preguntó uno de los presentes a Verbitsky. El columnista respondió que eso dependía de la importancia noticiosa del contenido.

“¿Qué ocurre cuando la concepción ideológica se impone a la difusión de la verdad”, fue la siguiente pregunta. Verbitsky volvió a un ejemplo comparativo: “La dirección de Página/12 está al tanto de prácticamente todas las críticas contra el gobierno nacional. Sin embargo, los directores de La Nación no están enterados de que fueron hallados los restos de las madres de Plaza de Mayo desaparecidas luego de ser detenidas en la Iglesia de la Santa Cruz. La Nación no publicó una sola línea sobre ese tema. Eso ocurrió porque el día que fueron secuestradas esas madres estaban juntando peso por peso el dinero para pagar una solicitada que se iba a publicar en La Nación denunciando la desaparición de sus hijos. En el diario, primero, no le aceptaron el cambio chico, las mandaron a traer billetes grandes. Y luego no le aceptaron la nómina en manuscrita, y tuvieron que buscar una máquina de escribir”.

La siguiente pregunta mantuvo la tensión: “¿Cree Verbitsky que Página/12 perdió credibilidad por su cercanía con el gobierno nacional y la disponibilidad de una importante pauta publicitaria?”. Respecto de la credibilidad del diario, el columnista consideró que eso debían decirlo los lectores. Y en cuanto a la postura del diario y su relación con la pauta publicitaria señaló: “Página/12 ha mantenido una línea de pensamiento constante con respecto a una serie de temas. Lo que cambió fue el gobierno: ahora hay un gobierno que ha tomado algunos temas que el diario siempre impulsó. En cambio, hay medios que han sido oficialistas con Menem y son oficialistas ahora. Página/12 no ha dejado de criticar lo que cree incorrecto. Yo no he ocultado nunca que me parece un atropello que se haya quitado la pauta publicitaria a Noticias o la intervención del secretario de Comunicaciones Guillermo Moreno ante Telefónica para que le perdone la deuda a Hadad. Respecto a la pauta publicitaria de Página/12, la novedad es que ha dejado de ser discriminado. Por otro lado, la distribución de la pauta es un criterio a debatir. ¿Hay que darle más al que tiene más tiraje? ¿Hay que hacer lo opuesto? En el interior del país hay medios que sin la pauta oficial no podrían subsistir. Lo importante es observar si la línea editorial cambia a partir de que se recibe la plata”.

Inmersos en esta discusión el caso de Julio Nudler, fallecido periodista de Página/12, no podía demorar. Verbitsky reiteró lo que ya había publicado en su columna. Recordó que la dirección del diario no se había salido del libreto habitual de un editor (pedir a sus periodistas respaldo a sus afirmaciones) y que Nudler, angustiado por la irreversibilidad de su enfermedad, buscó “despedirse de una manera muy sonora”. Verbitsky recordó que él mismo se encargó de investigar las denuncias y que en base a entrevistas y documentos comprobó que eran erróneas y en algunos casos falsas. “Yo no podía seguir en Página/12 si descubría que el diario encubría porquerías a cambio de prebendas”, sostuvo. “Sí, en cambio, fue censura la de La Nación cuando de un discurso de Gabriel García Márquez, en la inauguración de una asamblea de la SIP, no publicó un sólo párrafo, aquel en el que hacía una referencia muy cálida hacia a mi persona”, recordó.

Una persona del público relató que los directores de La Opinión y el Cronista Comercial durante la última dictadura fueron los únicos que publicaron una información que ella había llevado sobre personas desaparecidas en abril de 1976. Preguntó a los panelistas: ¿Hasta dónde llegaba la censura y hasta dónde la ideología de cada medio a la hora de decidir qué publicar?”. Verbitsky entendió que la respuesta la daban los hechos: Jacobo Timerman, director de La Opinión en esa época, fue detenido y torturado, mientras Rafael Perrota, por entonces director y propietario de El Cronista, y Julián Delgado, directivo y periodista destacado de ese diario, figuran entre los miles de desaparecidos por la dictadura.

Perros guardianes

Daniel Santoro, presidente de Fopea, tomó la palabra entre el público para plantear: “Creo que muy pocos periodistas caeríamos en el modelo de Michael Moore, en salir a la plaza para apoyar o atacar, por ejemplo, a Cristina Fernández de Kirchner o a Chiche Duhalde. Sin embargo, mientras el presidente no ha dado jamás una conferencia de prensa y lleva en sus comitivas a los periodistas que hablan a favor del gobierno, ¿cómo evitar entonces caer en un conflicto con el presidente sin abandonar el rol de perro guardián de la democracia que le toca al periodista?”.

Verbitsky tomó la palabra: “El periodista debe decir todo lo que le parece mal. Ahora, puede haber un gobierno del que uno cree que tiene coincidencias en determinadas cosas y también debe decirlo. Criticar todo porque se es periodista creo que sería caer en la oposición por la oposición misma”. Consultado por las versiones que lo ubican como una especie de asesor del presidente Kirchner, Verbitsky respondió que son afirmaciones hechas con ligereza que rechaza absolutamente. “A Kirchner lo conocí después de que asumiera la presidencia. No he estado mucho con él. Nunca en Olivos, por ejemplo. Lo vi dos veces en su despacho y en alguna oportunidad en el despacho del Jefe de Gabinete, donde acostumbra aparecerse en cualquier momento, como todos saben. Y tuve contacto con él por el trabajo del CELS, como en el caso del retiro de los cuadros de Videla y Bignone en el Colegio Militar, la decisión de convertir a la ESMA en un museo de la memoria, o por la modificación de los mecanismos de reforma de la Corte, un trabajo que involucró a seis organizaciones civiles. Una relación institucional; ni de amistad ni de asesoría”, concluyó.

Alejandro Suárez, director del diario Mi Ciudad de Florencio Varela (querellado penalmente días antes por un funcionario municipal) comentó a los panelistas un caso que vincula al intendente varelense Julio César Pereyra en una causa por reducción a la esclavitud de personas, expediente que tiene diez años y está demorado en la justicia. Hoy en día Pereyra es uno de los intendentes aliados al kirchnerismo en la interna justicialista, y Suárez preguntó a los expositores si publicarían esa información. Ruiz Guiñazú, en un heterodoxo reflejo periodístico, le pidió el material. Verbitsky, por su parte, dijo que debería ver el caso y que no tendría problemas en publicarlo de ser sólido. Y reiteró, “digo lo que comparto con el Gobierno, y lo que no comparto lo critico. Y lo he hecho con mucha frecuencia”.

En una consulta con menos introducción, un asistente indagó: “Si bien Página/12 da lugar a las críticas, ¿no se ha analizado en el diario limitar un poco el nivel de elogio hacia el presidente? ¿No debería quedar eso para medios que se caracterizan por ofrecerse para hacer propaganda?”. Verbitsky respondió: “Yo soy responsable sólo de las dos páginas que llevan mi firma. Pero estoy de acuerdo con la observación, como lo estoy con la crítica a la dirección de Página/12 por la columna donde acusaba a Julio Nudler de ser parte de un complot contra el diario”.

Consultados por el moderador sobre la nota que más contravino sus convicciones, Magdalena recordó una en que luego de comprometer su palabra con una fuente, el canal para el que trabajaba quitó una parte decisiva de la declaración. “Era un viejito que cuidaba la casa donde había estado secuestrado Aramburu [N de la R: Pedro Eugenio, general secuestrado y ejecutado por la agrupación Montoneros en 1970]. El viejito habló en defensa del padre Alberto Carbone [N de la R: sacerdote cercano al Padre Carlos Mujica, encarcelado por el secuestro y asesinato de Aramburu] diciendo que no podía ser responsable de lo que se lo acusaba. Vuelvo al canal con el material y finalmente la defensa del señor no salió al aire, fue cortada. Volví y traté de explicarle, pero nunca me lo perdonó”, relató Ruiz Guiñazú.

Verbitsky no fue tan puntual. “Cuando comencé, trabajaba en algunos medios donde escribía muchas pavadas, tonterías que no me interesaban. Al mismo tiempo tenía una militancia y allí escribía en pasquines y publicaciones. Por suerte desde hace años puedo escribir sobre lo que me interesa, lo que considero un privilegio”, confió.

Nueva pregunta: la relación de ambos con el presidente de la Nación.

Nuevamente Verbitsky admitió su simpatía con determinadas políticas del gobierno, pero aclaró que eso no obstruye su crítica al presidente. “Lo critico, todo el tiempo. Por ejemplo cuando dice ‘burguesía nacional’, esas pavadas. No me gusta y lo critico en mis notas”, recalcó.

Ruiz Guiñazú fue directa: “No tengo relación alguna con el presidente”, dijo. Admitió que le habría gustado que la invitara a tomar un café “pero, es así”. Recordó, sin embargo, que “fue muy amable una vez cuando en la ceremonia de la ESMA [N de la R: último acto oficial en conmemoración del golpe militar del 24 de marzo de 1976] dijo, con esa actitud adolescente que tiene, que en 22 años de democracia no se había hecho nada por los derechos humanos. Después me llamó el vocero presidencial y el presidente por teléfono me dijo que no había querido decir eso y bueno, tuvo ese gesto amable”.

El cuestionario tomó nuevo rumbo; las futuras elecciones y la presencia de candidatos “no políticos” en las listas. “¿Qué opinan de que un periodista sea funcionario?”. Magdalena entendió que, de ser posible, un periodista no debería ser funcionario. En tanto Verbitsky señaló que lo importante es “la nitidez del corte entre la profesión y la función pública”, y citó el ejemplo de José Ignacio López, presente en el debate, quien fue vocero de Raúl Alfonsín y durante ese mandato no ejerció como periodista. “Que un periodista sea candidato o tenga un cargo público me parece totalmente legítimo, y cuestionar eso sería un aspecto de inmadurez social de parte del conjunto de la sociedad. Lo importante es el corte, como es el caso ahora de Martín Granovsky, que acaba de asumir en Télam pero renunció a su cargo de subdirector en Página/12”.

El lugar de Clarín como grupo económico volvió a ser carne de debate. Magdalena explicó que hace 18 años que trabaja para el holding y que su contrato le asigna condición de editora responsable de sus programas. “Jamás se me dijo qué hacer o decir. Para mí era muy importante que mi contrato incluyera esa condición”, aseguró. “Cuando ocurrió la detención de la señora Herrera de Noble [N de la R: titular del grupo Clarín] lo critiqué porque me pareció una barbaridad jurídica”, explicó.

Sobre las versiones que adjudican a Clarín la propiedad de Página/12, Verbitsky confió que desearía que eso fuera cierto pues se sentiría con las espaldas mucho mejor cubiertas. “Tengo una sospecha avanzada de que eso puede ser cierto. Pero no tengo ninguna constancia. Me van a obligar a contar algunas intimidades, de las que el director de Página se va a enterar acá [N de la R: Ernesto Tiffenberg, presente en el debate]: he hecho muchas pruebas sobre esto: escribí cosas duras de Clarín, lo nombré varias veces como el grupo Magnetto-Clarín, fui duro con información sobre la señora de Noble. Nunca me dijeron nada”, aseguró.

Y amplió. Señaló que el caso de “el gran diario argentino” es una muestra de un problema actual mayor. “Clarín tiene una serie de negocios que dependen de decisiones del Estado. Y eso es malo para el público. No debería permitirse que el dueño de un medio sea parte de un conglomerado que tiene otros intereses, que dependen de decisiones del poder público. Si no, pasan cosas como la que pasó en 1998, cuando se estaba discutiendo el rebalanceo telefónico. Clarín por su empresa telefónica tenía interés en que se fallara de cierta manera, y puso a uno de sus mejores redactores a trabajar sobre el tema haciendo un informe diario. La información no se publicaba, la usaba Clarín para ir manejando y para ver su conveniencia como actor en el mercado de las telecomunicaciones. Está también el caso de Jorge Lanata, el levantamiento de su programa porque Eurnekián estaba negociando por los aeropuertos”, recordó.

Magdalena, figura fuerte de la radio, se apoyó en esta idea para reiterar su repudio a la decisión presidencial de prorrogar por decreto las licencias de radiodifusión. “Hay empresas en quiebra, y esta decisión les garantiza el uso de la licencia por décadas”, reprochó. Y como cierre del tema y del debate, Verbitsky propuso: “Hay que cambiar la legislación sobre medios. Se ha alterado una relación que hizo que históricamente la sociedad civil y el mercado coincidiera: el medio tenía que satisfacer una necesidad porque si no la sociedad no consumía el producto. Hoy las empresas de medios tienen intereses más importantes que vender diarios y la venta de productos informativos queda supeditada a la persecución de aquellos intereses”.

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