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VOLVER A LA TOLERANCIA, UN DESAFÍO PARA EL PERIODISMO ARGENTINO

VOLVER A LA TOLERANCIA, UN DESAFÍO PARA EL PERIODISMO ARGENTINO

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Por Fabio Ladetto, miembro Comisión Directiva de FOPEA

Todo proceso de recepción de denuncia, comprobación del hecho, respuesta institucional y registro, como el que encara FOPEA en su programa de libertad de expresión, es necesariamente imperfecto y con posibilidades de ampliación. De allí que estemos en constante revisión y adaptación de los procedimientos que se encaran en esta propuesta central de nuestra organización para alcanzar un periodismo libre.

Pero aparte de los ajustes indispensables que encaramos constantemente, hay algunas formas de agresiones y ataques que no han entrado en el espacio de nuestra acción. En ciertos casos, las víctimas naturalizan lo vivido como gajes del oficio, o lo minimizan ante episodios más graves sufridos por colegas y, por ende, no se transforman en denuncias ni llegan a nuestro conocimiento para una intervención de oficio; en otros, hay hechos que nacen de nuevas formas de hostigamiento que han surgido en los últimos tiempos, en especial dentro de la cada vez más borrosa comunidad periodística.

Así, este registro no abarca la gravísima situación que estamos viviendo muchos periodistas en todo el país, producto de muchos años de desvirtuación de principios y valores esenciales de nuestra profesión por parte de políticas que fomentaron la división dentro de los colegas. Las diferencias de opinión existieron, existen y, por suerte colectiva y virtud individual, existirán y son producto de la libertad de pensar y de decir, consecuencia directa del desarrollo de la honestidad intelectual en plenitud, que es nuestra responsabilidad profesional ejercer.

La uniformidad de discurso y la imposición de una sola línea de pensamiento como la moralmente válida, impulsada desde usinas privadas alimentadas en forma grosera con dineros públicos, conspiró en los últimos años con la pluralidad de voces y la necesidad democrática de defender el disenso. Desde varias empresas privadas no alimentadas por el Gobierno anterior se respondió, muchas veces, con la misma vara, lo que empequeñeció al periodismo argentino en esta década. Las excepciones sólo sirvieron para confirmar la norma.

Estuvimos atravesados por difamadores oficiales, descalificadores institucionalizados ante quien pensaba distinto y bastardeadores del periodismo, apañados por sueldos que se pagaban desde el erario. Esa otra forma de violencia no quedó registrada, pero somos testimonios vivos de lo que pasó. Y FOPEA la sufrió como pocas organizaciones sociales del país.

Hoy transitamos otra forma de ataque masivo y generalizado, con procesos de despido de periodistas, achicamiento de plantillas, transferencia de medios sin garantía al personal, precarización laboral, pérdida de condiciones de desarrollo profesional y caída generalizada de localidad informativa. En muchos medios, junto con la ruptura de los vínculos contractuales con quienes fueron voceros privilegiados y beneficiados del poder kirchnerista, cayeron trabajadores que cumplían adecuada y dignamente su labor, sin prestarse al juego perverso del antagonismo ideológico. No alcanza con pensar que estaban en un mal momento y en un mal lugar, sino que es injusta la situación que atraviesan quienes no se enriquecieron con la cercanía a las mieles del poder, pero padecen las consecuencias de haber estado cerca del que lo hizo.

Asimismo, detrás de teóricos planteos de empresarios que perdieron al Estado como principal (hasta único) financista, debería abrirse el campo de la responsabilidad social que pregonaban cuando recibían cheques oficiales y asumir el pago de las deudas salariales con sus empleados. También hay procesos de ajuste y achicamiento en distintos medios que no fueron beneficiados por una pauta publicitaria que era un mecanismo de premios y castigos según las lìneas editoriales que se desplegaban. A unos y a otros les señalamos que ser dueño de un medio no es lo mismo que construir un camino, hacer botellas o apostar en la ruleta.

Entender que la democracia es permitir y fomentar el libre juego de la discrepancia es un imperativo de la hora. No es la mera tolerancia a ragañadientes, es ser plenamente consciente de que sólo con quien disiento puedo construir un camino de dos manos. Y una de las graves situaciones que se deben evitar es caer en justificar todo silenciamiento y falta de crítica actual con los que hubo años atrás, como si un error presente se pudiese justificar con otro pasado. Sonaría a venganza, extremo inaceptable en una sociedad plural.

En el camino que estamos encarando, FOPEA asume la responsabilidad de mantener el espíritu cuestionador que siempre tuvo y ser molestos ante el poder. Para lograrlo, volvemos a convocar a todos los que compartan los principios democráticos que, desde nuestro nacimiento, nos inspiran como institución y nos mantienen alerta.

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