En su segunda presentación en la Argentina, invitado por el FOPEA, James L. Rowe, editor de la edición dominical de The Washington Post, brindó un seminario para periodistas de Misiones, Chaco y Corrientes.
Bajo el título Los lineamientos éticos del Washington Post, el periodista estadounidense recorrió los lineamientos éticos de su diario y abordó el caso de Garganta Profunda, la fuente del Watergate que permaneció anónima por más de 30 años.
En su paso por Posadas Jim Rowe dejó grabadas varias reflexiones en los periodistas que asistieron a su seminario del 28 de julio. Expresión de un modelo de periodismo que ha sido referente mundial durante décadas, The Washington Post compiló en 2004 un conjunto de reglas que siempre estuvieron presentes en su práctica pero que se encontraban dispersas en distintos documentos. Se cumplían 30 años del Watergate y responsable del trabajo fue una de las cuatro personas que mantuvieron en secreto la identidad de Garganta Profunda a pesar los embates sufridos desde distintos sectores de poder.
El trabajo tiene algunas áreas-eje. Entre ellas, está la obligación de los medios de comunicación de separar lo que es la “empresa periodística” del “trabajo periodístico”. Rowe considera que debe haber una muralla entre una y otra, y que la responsabilidad no cabe sólo a los propietarios.
“Veo que en la Argentina, el Estado es quien más utiliza la propaganda en los medios y esta es una relación un tanto cuestionable dado que el trabajo periodístico en lo posible debe mantenerse al margen de los negociados”, señaló.
En cuanto a los periodistas, consideró que deben mantener una conducta impecable que los aleje de cualquier posibilidad de conflictos de intereses: no deben aceptar regalos ni invitaciones de sus fuentes, salvo en contadas ocasiones estrictamente con el fin de informar la verdad al público. Asimismo, la concesión de anonimato a una fuente debe ser la excepción y sólo cuando resulte imposible encontrar la misma información de una fuente identificada, siempre y cuando implique un beneficio para público, y debe ir acompañada por información que permita al público evaluar la calidad de la fuente que brindó los datos.
Los participantes insertaron un tema ético que ha atravesado los casos de mayor repercusión en el periodismo argentino de los últimos años: el uso de la cámara oculta. Al respecto, Rowe no tuvo concesiones: “Su empleo es un acto deshonesto donde no se le dice a la fuente que se lo está grabando”. Y agregó que “con esta práctica se cuestionaría entonces la honorabilidad de nuestro trabajo”, concluyó.
La garganta de Mark
A principios del mes de junio una revelación sacudió la historia del periodismo estadounidense. Después de 31 años Mark Felt, ex número dos del FBI, reconoció haber sido la fuente clave de la investigación por el Watergate.
Rowe relató que Bob Woodward y su esposa, Carl Bernstein y Ben Bradley, por entonces director del diario, eran las únicas cuatro personas que conocían la identidad de Garganta Profunda y que habían jurado no revelar esa identidad mientras Felt estuviera vivo. “Pero fue él, asesorado por su familia y en especial por su hija, quien decidió dar a conocer la noticia”, contó. Recién entonces los periodistas confirmaron la confesión, aunque aún hoy tienen dudas sobre la lucidez de Felt.
No se pagó a Mark Felt por su aporte. No pagar por información es otro principio ético del Post sobre el tratamiento de las fuentes anónimas. Rowe explicó que si ya es difícil determinar la veracidad de lo que dice una fuente de este tipo, mucho más arduo es saberlo cuando esta persona pretende vendernos la información.
Para Rowe, el trabajo que debe hacerse tiene en Woodward y Bernstein un claro ejemplo. Los datos que recibieron de Felt fueron el núcleo de la investigación, pero de poco habrían servido sin el exhaustivo trabajo extra que los periodistas realizaron para seguir pistas y encontrar pruebas.
El editor cerró su reflexión con el comunicado que ambos emitieron luego de la confesión del ex FBI: “Mark Felt era Garganta Profunda y nos ayudó en la cobertura del Watergate. Sin embargo, como lo muestra nuestro archivo, muchas otras fuentes y otros funcionarios y periodistas nos ayudaron en las cientos de notas que escribimos para The Washington Post sobre el Watergate”. Lo que se dice, un trabajo bien hecho.